Esta es la primera parada de la Copa del Mundo de esquí de montaña. Como pasa en todas las “primeras carreras” todo antes de la salida son dudas e interrogantes sobre las sensaciones y el ritmo que podremos llevar en carrera. Después de la Crononiu La Molina, llego alto de moral y me encuentro bien de forma, la semana pasada al no correr he podido entrenar bien, no se puede pedir más.
Hemos venido todo el equipo, de sénior hablo, a pesar de los problemas económicos se ha hecho el esfuerzo ¡muchas gracias! ¡Es muy importante para nosotros coger este ritmo!
Sin más dilación... Estamos en el mogollón, después de haber calentado bien, vamos entrando en la corrala, va apareciendo la adrenalina que solo nos acompaña en estos últimos minutos ¡Que vivo se siente uno!
Gooooooo. Salimos todos como toros y digo todos…, porque después de los primeros metros, momento en el que nos vamos poniendo en fila se me pierde la vista delante contando gente.
Seguimos subiendo, me encuentro bien, combativo y las piernas me responden, me olvido de la gente que llevo delante y me concentro en deslizar, voy recordando como es el circuito mentalmente, lo estuvimos viendo cuando llegamos y voy cual GPS cambiando el color de la ruta a mi paso.
Poco después del ecuador de la carrera me viene un pequeño bajón, me doy cuenta y me concentro en hacer que desaparezca ese angelito que se ha apoyado en mi hombro y me susurra al oído que me acomode. De un manotazo le aparto del camino y vuelvo a apretar el ritmo ¡aún quedan fuerzas! Último muro y un llano interminable.
Cruzo la meta en la posición 25, tengo dos sentimientos muy contrarios: por un lado me he encontrado bien y estoy satisfecho de mi rendimiento pero por otro no concuerda con la cantidad de gente que ha llegado antes que yo. Conclusión/excusa: la gente está muy fuerte.
Con este buen sabor de boca me voy al hotel a recuperar, risas, siesta, algo de lectura (os vuelvo a recordar que ya tenemos el nuevo número de la revista digital de SV Sportvicious) y a dormir prontito.
El domingo el cielo está un poco más cubierto, mejor, así hará menos frío. Ya sabiendo que me encuentro bien, la intención es salir ambicioso. Quiero intentar coger un buen tren de ritmo toda la carrera. Al poco del pistoletazo me doy cuenta que lo difícil será ir solo durante algún tramo del recorrido, pues hay mucha gente y muy buena. Siempre tienes a alguien delante para coger y si tienes algún fallo… alguno detrás que seguro no tendrá ningún problema en pasarte por el costado que proceda.
Después de una buena primera subida, me veo bien, me tiro bajando, la confianza sigue subiendo. La primera carrera y todo va sobre raíles, la segunda es una media ladera y dejo las pieles que se deslizan.
La segunda bajada me hace sufrir algo más, pero solo me ha pasado uno y le cojo en el cambio. Puede que por estrés, cometo el error más grave de todos y es poner las mismas pieles para esta última subida.
Salgo, se me ha congelado el agua ¡buff! Al poco veo que se me están despegando las pieles, el agobio va “increchendo” me están recortando por detrás… antes de que me pillen, la decisión es cambiar de pieles ya e intentar darles caza después.
Me he vuelto a equivocar, no soy ni Superman ni Kilian, y mi opción no hace más que acelerar mi “vaciado”. La última y larga subida se me hace aún más larga. Resultado: petado.
En esta ocasión no he sabido gestionar estas cosas, pero me quedo con las buenas sensaciones que he tenido y sobre todo con haber podido ir a “mi ritmo de World Cup”. Algo muy importante de cara a los Mundiales mi objetivo principal.
Con otra conclusión que me voy es que la gente cada día está más fuerte, de modo que toca entrenar duro… por lo menos… ¡como hasta ahora!
La próxima cita, la semana que viene en el Campeonato de España.
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